El diagnóstico clínico no aporta del todo
certeza al diagnóstico, ya que el
síndrome de Wolf Hirschhorn posee
expresividad variable y comparte
síntomas y cambios morfológicos con otras enfermedades genéticas. Por tanto, tras
diagnosticar clínicamente el whs, se requiere su confirmación mediante un diagnóstico seguro que se obtiene
a partir del análisis genético.
El diagnóstico genético se lleva a cabo mediante el estudio cromosómico de alta resolución (500-850 bandas). Este estudio consiste en un ordenamiento de cromosomas (de una célula procedente de una muestra de sangre periférica recogida con heparina) que se realiza tras una técnica de tinción de bandas G (Giemsa) para construir un cariotipo y detectar la anormalidad. Concretamente, este estudio se realiza en cromosomas entre profase y metafase para que haya una mayor cantidad de bandas visibles al microscopio.
Sin embargo, el defecto genético se detecta aproximadamente el 70% de los casos con diagnóstico clínico debido a que la eliminación de la parte final del brazo corto del cromosoma puede ser pequeña, y por tanto difícil de observar con una determinada resolución, dando lugar a falsos negativos.
Asimismo,
también se pueden hallar defectos congénitos mediante un Diagnóstico
Genético Prenatal en períodos de embarazo. En este caso se realiza una
obtención de células fetales, procedentes, normalmente, del líquido amniótico
que rodea al feto o de las vellosidades coriales de la placenta. Para ello,
generalmente, es necesario el uso de técnicas invasivas, las cuales suponen un
riesgo para el embarazo. Por este motivo, el Diagnóstico Genético Prenatal está
indicado siempre y cuando el riesgo estimado sea superior al riesgo de pérdida
fetal asociado a la técnica invasiva.
El diagnóstico genético se lleva a cabo mediante el estudio cromosómico de alta resolución (500-850 bandas). Este estudio consiste en un ordenamiento de cromosomas (de una célula procedente de una muestra de sangre periférica recogida con heparina) que se realiza tras una técnica de tinción de bandas G (Giemsa) para construir un cariotipo y detectar la anormalidad. Concretamente, este estudio se realiza en cromosomas entre profase y metafase para que haya una mayor cantidad de bandas visibles al microscopio.
Sin embargo, el defecto genético se detecta aproximadamente el 70% de los casos con diagnóstico clínico debido a que la eliminación de la parte final del brazo corto del cromosoma puede ser pequeña, y por tanto difícil de observar con una determinada resolución, dando lugar a falsos negativos.
Por ello, en la actualidad, la técnica más
utilizada es la hibridación in situ con fluorescencia (FISH) que tiene una
efectividad del 95% de los casos con sospecha clínica.
Se basa en el principio de complementariedad
de las bases del ADN y la capacidad de las cadenas del mismo para
desnaturalizarse (separarse) y naturalizarse (unirse) en respuesta a distintos
estímulos químicos. Para realizar esta técnica se utilizan pequeños fragmentos
de ADN complementarios a las regiones cromosómicas que quieren estudiarse y que
se han marcado con un colorante fluorescente. Estos fragmentos denominados
sondas se adherirán y emitirán una señal fluorescente cuando encuentren su
secuencia complementaria en la célula que se ha usado como muestra (observable
a través de un microscopio de fluorescencia).
Concretamente, cuando se sospecha de WHS, se realiza una hibridación con
una sonda diseñada para la parte terminal del cromosoma cuatro. Si tras el microscopio
se divisan dos señales se rechaza la hipótesis de que el paciente sufre WHS (ya
que ambos extremos de los brazos cortos del cromosoma 4 están intactos). En
cambio, si solo se encuentra una señal, se confirma que hay una falta de
material genético que coincide con la cadena complementaria de la sonda y que
dicha ausencia es la causante del WHS.
Falta un extremo del brazo corto del cromosoma 4
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